Las despedidas duelen. Siempre. Es muy difícil decir adiós. Me refiero a decir adiós a la gente que quieres; a aquellos que suman en tu vida, porque a otros, en cambio, es sano y preceptivo dejarlos ir, o incluso invitarlos a marcharse. Existen diversos tipos de adioses, y solo uno de ellos es aceptable. En algún momento, todos hemos vivido ese momento aciago en el que toca decir adiós a los que te importan de verdad. ¿Mal asunto? Depende… porque permíteme contarte que existe una palabra que puede salvarnos de esa tristeza inenarrable que acompaña a las despedidas indeseadas. Y de verdad, quédate con ella, porque atesora mucha magia en sí misma. Te hablo de Tupananchiskama, o el buen adiós.
El vacío del adiós
Estarás de acuerdo conmigo en que decir adiós a las personas que quieres duele, sobre todo, cuando tienes la certeza absoluta de que no quieres alejarte de ellas.
Cuando ese adiós llega propiciado por la distancia física lastima asumir que aquellos que se van siguen ahí para ti, pero ya no están contigo, a tu lado. Y eso, además, genera una enorme inseguridad. Y temor. En ese punto, no queda otra más que luchar para que el desánimo y la confusión no te venzan.
Y ahora me vas a dar la razón: solo un adiós supera al anterior; el peor adiós de todos, aquel para el que jamás estarás preparado, porque es irremediable. Me refiero al adiós definitivo, ese que te hace consciente de pleno de que no hay retorno, soluciones o posibilidad alguna a tu alcance. Hablo del adiós y el dolor por la muerte de un ser querido.
Entre las flores te fuiste. Entre las flores me quedo.
Miguel Hernández
El vacío de ese adiós es infinito. Se trata de un adiós pegajoso que arrastra consigo la comprensión cierta de lo que es caer en un pozo sin fondo. Nada te cura de eso. Solo con el tiempo comprendes que ese vacío se quedará contigo para siempre. Y comienzas a aceptarlo. Y a sanar.
Te contaré algo: mi primera novela, La guarida de Sísifo, nació de la necesidad de tratar de ubicar ese vacío junto a una nueva percepción de la vida surgida tras la muerte, temprana, de mi padre. En ella, la pérdida, el duelo y el coraje para superar los avatares de la vida están muy presentes, y creo que, de algún modo, logré conformar una radiografía aceptable de lo que supone este adiós tan terrible.
Si estás pasando por el trance de una pérdida definitiva, creo que es una novela que podría ayudarte. En ella no hay soluciones, porque no las hay, pero estoy segura de que hallarás resiliencia y comprensión.
El adiós liberador
No todos los adioses son horribles. A veces, pocas, el adiós te libera. Me refiero a ese adiós de las cuestiones acabadas, sin recorrido, y que cuando llega, con frecuencia por falta de valentía, somos incapaces de reconocer o aceptar.
Piensa en los cambios de ciclo o de etapas que transitamos a lo largo de la vida, o en las relaciones que por el motivo que sea dejan de funcionar. El adiós que se queda atorado hasta ese instante preciso en el que te hallas en el punto exacto entre el vuelo y la raíz. Hasta que al fin lo pronuncias. Ahí, tener coraje para decir adiós es liberador.
Tupananchiskama
Ahora te voy a decir algo: existe un adiós que en realidad no lo es.
¿No me crees?
Voy a intentar convencerte. Si te digo Tupananchiskama, visualízame con una gran sonrisa dibujada en el rostro, porque esta palabra representa la mejor manera de decir adiós.
De Tupananchiskama ya te hablé en un post anterior que escribí sobre algunas maravillosas palabras, ajenas al castellano, y cargadas de potentes significados. Lo puedes leer AQUÍ para comprobar cómo, a veces, una sola palabra puede explicar emociones o ideas de forma magistral.
Y ahora, para salir de dudas, veamos qué significa esa palabra tan extraña que encabeza el título de este post.
Tupananchiskama: hasta que la vida nos vuelva a encontrar.
Ya ves, en el idioma quechua, donde nació este término tan especial, no existe “adiós”; en cambio, tienen esta maravillosa palabra que, lejos de cerrar puertas, hace que las despedidas aboquen hacia infinitas posibilidades de encuentros futuros.
Y es que decir adiós siempre es triste; cualquier adiós siempre es difícil de pronunciar, así que te propongo desterrar cada horrible adiós por este bello término para amortiguar las despedidas.
Tupananchiskama es una promesa de continuación en un futuro próximo. Dinamita pura.
Por eso, cuando te veas en la obligación de pronunciar un indeseado adiós, ten fe, y piensa que todo irá bien. Sí, irá bien, porque existe un buen adiós, y se dice tupananchiskama.
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