Ya está. Ha vuelto a pasar. Llevaba días pensando en esa historia que me quemaba en las manos y que tenía muchas ganas de escribir, así que en cuanto he tenido un rato me he plantado delante del ordenador a intentar plasmar en palabras eso que me moría de ganas de contar. Pues bien, no llevaba ni dos párrafos cuando me he quedado congelada frente a la pantalla. De pronto, los pensamientos más negativos me han asaltado y en menos de lo que dura un suspiro me han dado el KO. Ahí los tenemos, y es mal asunto: me he visto acuciada por el síndrome del impostor.
¿Qué es el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico que provoca que las personas que lo padecen sean incapaces de asimilar sus propios logros (en Wikipedia); cuestión que les induce a sufrir un miedo persistente a ser descubiertos como un fraude o un mentiroso.
Y ahora mismo puedes estar pensando: «Qué tontería, ¿quién no se siente satisfecho con sus logros?», o por el contrario, quizás te identificas con las personas que en algún momento padecemos este sufrimiento… Y no te confíes, porque lo cierto es que cualquiera puede sufrir el síndrome del impostor.
Algunos investigadores asocian este síndrome con el perfeccionismo, y lo han vinculado sobre todo con las mujeres. Pero además, el síndrome del impostor puede darse en diversidad de ámbitos, sea laboral, social, familiar o académico. Ya ves, nadie está a salvo de padecerlo.
Señales frecuentes del síndrome del impostor
«No merezco lo que tengo»
Es un pensamiento típico del que se ve aquejado por el síndrome del impostor, pero además, existe una sintomatología específica para definir este síndrome:
- Firme creencia de no merecer los logros propios.
- Inseguridad crónica: falta de confianza en las capacidades.
- Temor a ser descubierto por los demás como un fraude.
- Ansiedad y desmotivación.
- Insatisfacción permanente.
Un “impostor” siempre rechazará cualquier indicio de éxito personal y lo achacará a una mera cuestión de suerte, o a su capacidad para engañar a los demás haciéndoles parecer que es más listo de lo que en realidad es.
Ahora déjame llevar el asunto a un terreno más concreto: el síndrome del impostor en los escritores. Opino que este síndrome y el bloqueo de escritor van de la mano, como si fueran íntimos… y que no somos pocos los que, al menos de vez en cuando, nos vemos sometidos a su yugo destructor. Veámoslo a fondo.
El síndrome del impostor escritor
Como ya te conté en otra ocasión en un post sobre algunas manías y rarezas propias del gremio (AQUÍ), los escritores somos inseguros por naturaleza, y siempre estamos rodeados de miedos: miedo al bloqueo, miedo al fracaso o miedo al papel en blanco. En nuestro coco habitan obstáculos psicológicos para llenar una habitación entera, y creo que todos estos miedos e inseguridades nos hacen muy proclives a padecer el síndrome del impostor.
¿Soy escritora?
Quizás el síntoma más claro del síndrome del impostor es cuánto nos cuesta definirnos a nosotros mismos como escritores. Y es que decir «Soy escritor, o escritora” nos da reparo. Yo misma todavía enrojezco ante personas ajenas a mi círculo más cercano cuando me veo en la tesitura de contarles que escribo. Es como un gran secreto, y lo que muchas veces querría decirles es: “Escribo, sí. Pero no lo digas muy alto, que no lo escuche nadie más, porque me muero de vergüenza”.
Y eso nos sucede a muchos. Escribimos, sí; pero algo en el fondo nos induce a no creernos escritores en realidad. Nos sentimos un fraude. Ahí lo tienes en todo su esplendor: ese es el síndrome del impostor.
La vocecita interior en su versión cruel se empeña en hacerte ver que la palabra escritor es algo que te viene muy grande. Porque escritores de verdad son esos genios de la literatura que tienes en un pedestal, o también esos otros que venden libros a mansalva; pero tú no. No estás en esa liga, y por tanto, tú no eres escritor.
En mi caso, llevo años escribiendo, tengo en Amazon tres novelas y otras publicaciones, y sigo dudando a la hora de tacharme en público como escritora.
Repítelo mil veces: soy escritor
escritor, ra (Del lat. scriptor, -ōris.)
1. m. y f. Persona que escribe.
Igual solo hay que quitarle hierro al asunto, y ser capaces nosotros mismos de restarnos importancia. No existen las licencias de escritor, ese papelito que ratifica que eres escritor titulado, pero ¿Qué más da? ¿Un título oficial te hará sentirte más escritor? Qué tontería… seguro que no.
A ver, la premisa es muy simple: si escribo, soy escritora. Vale que hay diferentes niveles, y algunos escritores escriben como los ángeles, y los demás hacemos lo que podemos (mientras luchamos por tratar de mejorar sin perder las ganas de aprender: eso nunca), pero tengo todo el derecho del mundo a llamarme escritora sin tener ni una pizca de remordimiento. No es cosa mía, lo dice la RAE, escritor es la persona que escribe.
Lo peligroso del síndrome del impostor escritor
Ya te lo he dicho antes: creo que lo peor del síndrome del impostor es que a la mínima te conduce al temido bloqueo escritor y a la procrastinación más improductiva (sobre la que ya escribí un extenso post AQUÍ), y de ahí a no ser capaz de escribir ni una sola palabra no hay apenas distancia.
Además, la auto-exigencia exagerada y los pensamientos limitantes se llevan por delante tus ganas experimentar, lo que es una pena enorme, pues posiblemente, de paso, también pierdas tus ganas de crecer literariamente.
Superar el síndrome del impostor
Si eres escritor, aunque no te atrevas a decirlo todavía, y crees que estás siendo arrastrado por el síndrome del impostor, déjame decirte que hay algunas maneras de superarlo, aunque, eso sí, para ello deberás poner de tu parte.
¿Quién dijo que era fácil?
Vuelve a divertirte y a disfrutar. No solo como escritor, sino de la vida en general. Disfruta con aquello que te emociona y verás como renuevas energías y las ganas de avanzar.
Rebaja tus expectativas, baja el listón, y recuerda por qué empezaste a escribir. Creo que la mayoría lo hicimos porque disfrutábamos con ello. Que siga siendo así. Disfruta tu vida y, de paso, vive a fondo la sensación de escribir y de poder ser el creador de otras vidas y otros mundos.
Revisa de nuevo las razones por las que escribes (las mías están AQUÍ), y verás que ninguna de ellas necesita del beneplácito de los demás. Eres tú y tus circunstancias, y si deseas ser escritor solo tienes que dedicarte a escribir lo que a ti te nace. Sé tú mismo.
Dejar de lado el miedo a las críticas externas es buena cosa. Plántales cara. Confieso que al principio me costó, porque qué duras son las malas críticas, pero siempre va a haber gente a la que no le guste lo que escribes. Eso es una verdad universal, y lo más normal del mundo; pero no pasa nada, en realidad. Puedes tomar nota y aprender de aquellas críticas negativas que tengan una base lógica y que te obliguen a intentar ser mejor en tu terreno de escritura, o también puedes reírte directamente de aquellas infundadas que no te aportan nada. Pasarás un buen rato.
Abandona la frustración y dedica el tiempo que no puedas emplear en escribir a estudiar y aprender sobre escritura. Hay muchos manuales, cientos de blogs, vídeos y cursos que te ayudan a crecer como escritor. Que la apatía no gobierne tu pensamiento.
Sobre todo… escribe.
Nunca olvides que escribir es un camino de aprendizaje que nunca acaba. Escribe, escribe y escribe, porque continuar con tu escritura, frente a esos pensamientos saboteadores, es la mejor manera de superar el síndrome del impostor. Así vencerás.
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